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Urrao, un santuario de biodiversidad y paisajes inolvidables.


Vista desde La Peceta
Vista desde La Peceta

¿Cuánto tiempo hace que no te desconectas para reconectar con lo esencial?


En uno de mis viajes, encontré un lugar donde el tiempo parece detenerse y la naturaleza habla en su lenguaje más puro: Urrao, un municipio ubicado entre las montañas del suroeste antioqueño, rico en tradiciones, paisajes exuberantes y una biodiversidad que llena el alma.


Desde el primer instante, Urrao nos abrazó con su calidez. La jornada empezó con un desayuno tradicional que nos recordó los sabores auténticos de la región: arepas recién hechas, queso fresco y un café que nos reconectó con la tierra. Nos hospedamos en el Hotel Colonial, ubicado en pleno parque principal. Este acogedor lugar no solo nos brindó comodidad, sino que también nos permitió respirar la esencia del pueblo con su arquitectura típica y vistas encantadoras.


Tras un breve descanso, comenzó la aventura. Nuestro primer destino fue el Cerro La Peseta, un espacio de encuentro espiritual y belleza natural. Subimos por un sendero adornado con las estaciones del viacrucis, un recorrido que invita tanto a la reflexión como a la contemplación. Al llegar a la cima, una panorámica impresionante del pueblo y del río Penderisco se desplegó ante nuestros ojos. No en vano le llaman "la firma de Dios en la Tierra"; su majestuosidad es indescriptible.

Al bajar del cerro, nuestro siguiente destino fue la vereda La Magdalena, un rincón donde la naturaleza y la tradición convergen. Allí conocimos la finca donde crean de manera artesanal del vino Toche, elaborado con amor por Key y su familia. Además, descubrimos que también producen una deliciosa bebida de banano, una sorpresa que deleitó nuestro paladar.


Pero La Magdalena tiene más que ofrecer. Existen ocho rutas hacia cascadas, y nosotros exploramos dos: la cascada El Duende y La Bruja. Cada una de ellas tiene un encanto único, rodeadas de fauna y flora que te invitan a desconectarte de lo cotidiano y sumergirte en la imponente energía de la naturaleza. En la finca de Key, disfrutamos un fiambre típico acompañado de un tinto de verano, una buena experiencia gastronómica.

Fiambre
Fiambre

El último día nos enfrentamos a un desafío emocionante: una caminata de casi cuatro horas hacia la reserva El Colibrí del Sol, un santuario que alberga 371 especies de aves y que está a las puertas del Páramo del Sol. Para mí, que los colibríes son aves favoritas, llegar a este lugar era un sueño hecho realidad.


Colibrí del Sol
Colibrí del Sol

El camino fue largo, pero cada paso valió la pena. Los paisajes te motivan a seguir, con su mezcla de verdes intensos y cielos que parecen pintados a mano. Nuestros guías, siempre atentos, nos compartieron historias y conocimientos que enriquecieron el recorrido. Al llegar, la emoción de ver a los colibríes, esas pequeñas hadas aladas, fue indescriptible. Su belleza y fragilidad nos recuerdan la importancia de cuidar nuestros bosques y respetar a las criaturas que los habitan.


Urrao es más que un destino turístico; es una experiencia que transforma. Desde sus cerros y cascadas hasta sus vinos artesanales y santuario de aves, cada rincón cuenta una historia de conexión con la naturaleza y nuestras raíces. Este viaje, realizado con el acompañamiento de Buenas Vibras, me dejó una lección clara: nuestro país es un tesoro que debemos preservar.


Te invito a visitar Urrao, a sentir su energía y a ser parte del cambio cuidando sus ecosistemas. Porque cada paso que damos en la naturaleza es un paso hacia nuestro propio equilibrio.




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